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La biología se come al mundo: ¿Entramos en la “gran década” de las ciencias de la vida?

En la historia de la química y de la biología, los nuevos materiales y medicamentos se “descubrieron” con un proceso largo y costoso de prueba y error. Las combinaciones posibles de moléculas que se pueden testear en un laboratorio son casi infinitas (exceden la cantidad de átomos que hay en el universo). Aun así, la humanidad se las ingenió para hallar remedios revolucionarios y nuevos materiales como el plástico y el hormigón, que cambiaron completamente la economía y nuestro modo de vida en el último siglo.

Con los avances de la biología computacional en lo que va del milenio, sumados a nuevas técnicas disruptivas (como la edición génica vía CRISPR o la tecnología de ARN mensajero detrás de las vacunas de Pfizer y Moderna para el COVID-19) esta dinámica apunta a modificarse radicalmente. La inteligencia artificial puede “iterar” combinaciones en modelos simulados a una velocidad mucho más rápida que en laboratorio, y avisar dónde “hay agua” y conviene hacer testeos. Pero aún la computación tradicional, con todo su músculo, se queda corta para simulaciones con moléculas algo complejas. Aquí es donde entra la promesa de la computación cuántica, millones de veces más rápida que la computación tradicional para ciertos problemas (entre los que se apuesta estará la industria farmacéutica y de materiales). “Los materiales antes se descubrían: ahora se inventan”, resume el cuadro de situación la bioquímica Valeria Bosio, investigadora del CONICET y de la Universidad Nacional de La Plata.

En agosto de 2011, durante una entrevista con el Wall Street Journal, el inversor, emprendedor e ingeniero estadounidense Marc Andreessen pronunció su famosa frase “El software se está comiendo el mundo”. Cuando la dijo, la lista de diez empresas más valiosas del planeta estaba dominada por bancos, petroleras, automotrices y firmas de infraestructura. Casi diez años después, ese mismo ranking fue invadido por los gigantes de la digitalización (Apple, Amazon, Alphabet, Facebook, Microsoft, etc.). En la Argentina, Mercado Libre vale decenas de veces más que lo que vale YPF.

La firma de inversión fundada por el autor de la célebre premonición, Andreessen-Horowitz lanzó meses atrás un manifiesto con una idea análoga para la década que empieza: “La biología se está comiendo el mundo”. Con la pandemia como protagonista excluyente de 2020-2021 y la suba de los mercados de biotecnología, la predicción está tomando velocidad. “Estamos en el inicio de una nueva era en la cual la biología pasó de ser una ciencia empírica a una disciplina ingenieril. Después de un milenio de usar herramientas humanas para manipular la biología, comenzamos a aprovechar la propia maquinaria de la naturaleza –vía bio-ingeniería- para diseñar, escalar y transformar la biología”, sostiene el manifiesto.

Matías Peire, el fundador y director de Grid Exponential, la mayor incubadora argentina de start-ups de biotecnología, no podría estar más de acuerdo. “Siguiendo con la analogía de Andreessen, estamos en el equivalente a la era de Netscape y Windows de 1995. Se están sentando las bases”. La biología computacional pasó por una etapa de “niñez” entre 2000 y 2010, de “adolescencia” en la década pasada y estaría entrando en la adultez en el período actual. La interacción entre la mayor capacidad de cómputo y la biotecnología no es de una sola vía. A fin de 2020 se publicaron avances del proyecto Oligo Archive, fondeado por la Comisión Europea, por el cual se está explorando la posibilidad de almacenar datos en ADN sintético. La iniciativa está en etapas iniciales de prueba pero, de resultar exitosa, podría revolucionar el mundo del almacenamiento de información.

Para tener una idea de las dimensiones de lo que implica esto: para 2025 se estima que el planeta producirá 463 exabytes de datos (equivalentes a 212 millones de DVDs). Si la iniciativa tiene éxito, esa totalidad de información cabría en una caja de zapatos de ADN sintético secuenciado. Quedan aún enormes desafíos ingenieriles para llevarlo a cabo (como con la computación cuántica), pero el equipo científico que lo está desarrollando confía en la robustez del material (se puede extraer ADN de animales extintos hace millones de años). El objetivo último es construir una suerte de “disco de ADN” que reemplace al almacenamiento magnético tradicional.

“En biotecnología hoy podemos hacer cosas que hace un par de décadas parecían imposibles; y otras que vemos en series de ciencia ficción que en realidad ya son posibles desde hace mucho tiempo y no se concretan por temas regulatorios. La línea entre ficción y realidad es difusa”, cuenta ahora el genetista y emprendedor Esteban Lombardía, experto en biología molecular y fisiología bacteriana. Junto a su socio Adrián Rovetto, otro ex investigador del CONICET, dirigen Terragene, desde donde exportan un 95% de su producción de indicadores para procesos de esterilización. “Pero ciertamente hoy estamos viendo un boom sin precedentes anclado en herramientas como la secuenciación, CRISP, y síntesis de ARN, entre otras”, agrega Rovetto.

La serie alemana “Biohackers” muestra lo que en innovación se llama un “próximo adyacente”, un futuro cercano donde estudiantes de primer año de la universidad de Friburgo realizan todo tipo de proezas en el terreno de la biotecnología. La serie fue muy criticada por biólogos en redes sociales por sus inconsistencias. Pero lo interesante es que varios de los detalles que se cuentan allí como ciencia ficción (un ratón fluorescente, por caso) son ya posibles desde hace varios años y la velocidad de cambio está más dada por regulaciones que por disponibilidad tecnológica. En Corea se clonaron gatos fluorescentes por primera vez en 2007, mostrando como en el campo de la biotecnología ya hace rato que entramos en la etapa donde la realidad supera a la ficción.

Sebastián Campanario

Economista y periodista (UBA y TEA). Realizó seminarios de posgrado en Columbia University, FIU (Universidad de La Florida) y HyperIsland. Fue consultor de la CEPAL, del PNUD y prosecretario de redacción de Clarín, donde por varios años escribió la columna “Economía Insólita”. Actualmente publica artículos en La Nación sobre temas de economía no tradicional (los domingos) y creatividad e innovación (los sábados), y realiza... Ver más

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