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Economía de la pasión y nueva creatividad: cambios radicales en la forma de generar ideas

En los seminarios y talleres de creatividad hay un ejercicio inicial que se repite: se le pide al asistente, o a un grupo de alumnos, que se concentren en solucionar un problema con una limitación fuerte. Por ejemplo, cómo resolver un desafío de experiencia de cliente sólo con tecnología del siglo XIX, o solamente con blockchain, o con los elementos que se esparcen arriba de una mesa (al estilo de la famosa escena de la película Apolo 13, en la que los técnicos de la NASA tenían un tiempo y objetos limitados para evitar que la tripulación de la nave se muriera en el espacio por falta de oxígeno).

El concepto de una dificultad, limitación o incomodidad como fuente de “momentos Eureka” es un clásico de la historia de la innovación. Platón decía que “la necesidad es la madre de la invención”. Para Nicolás Pimentel, uno de los mejores creativos de la Argentina, la pandemia actual es de alguna forma “un gran paraguas-límite” que rodea al planeta y a partir del cual están surgiendo ideas nuevas (de negocios y de todo tipo) como hongos después de la lluvia.

Uno de los campos donde más efervescencia se está registrando en materia de nuevos formatos, modelos de negocios y preferencias es en la “economía de la creatividad”. Esto no es casual: para el emprendedor argentino Max Cavazzani, el creador del juego “Preguntados”, el campo del entretenimiento y de los contenidos suele ser punta de lanza de procesos de innovación, en parte porque los procesos de iteración y el costo de equivocarse es menos costoso que en otras áreas (en salud se pueden perder vidas, o en finanzas mucho dinero, entonces estos son sectores con dinámicas más conservadoras).

En este terreno, la gran novedad en el último año fue el surgimiento y despliegue de lo que –tal vez algo pomposamente- se conoce como “economía de la pasión” (en inglés Passion Economy).

Allí confluyen de manera simultánea dos tendencias novedosas tanto desde la oferta como desde la demanda. Por un lado, la de la irrupción de nuevas plataformas y tecnología que empoderan a creativos para llegar directamente a sus seguidores de manera más fácil y rentable; y por el otro la multiplicación de consumidores dispuestos a pagar un valor razonable por contenidos exclusivos y personalizados. La creatividad aquí se toma en un sentido muy amplio: el fenómeno incluye a artistas, escritores y publicistas, pero también profesores, asesores, consultores e instructores: cualquiera que pueda ofrecer un servicio diferenciado por el canal digital.

“Los cambios más poderosos o radicales en una industria ocurren cuando hay una coincidencia entre los ‘no-productores’ y los ‘no consumidores”, dice Ji Lin, que analiza mercados creativos para Andreessen-Horowitz y es la principal impulsora del concepto de “economía de la pasión”. Un ejemplo para la Argentina: un animador de fiestas que con el aislamiento tuvo que avanzar con una alternativa online y del otro lado, 250 madres y padres que pagan para que sus hijos hagan un “zoom-pamento” virtual: ninguna de esas dos puntas de mercado existía en 2019.

Según Lin, se trata de una disrupción en el sentido más clásico de la teoría de Clayton Christensen, el fallecido profesor de Harvard: nuevas tecnologías o innovaciones en modelos de negocios abren un “océano azul” de posibilidades inéditas.

Al contrario que la economía de plataformas (“Gig Economy”), la economía de la pasión promueve la individualidad de los oferentes (no diluye su identidad en una marca paraguas) y se lleva una tajada más chica del resultado: en promedio un 20% en los intermediarios más conocidos, como Patroen, Twitch, Substack, Etsy, teachable, Knowable, Podia, Thinkific, Supercast, Lulu, Smashwords, Outschool, OnlyFans, Gumroad y otras.

Estas alternativas permiten que surja una “clase media creativa” que obtiene ingresos en un terreno que siempre tuvo dinámica de economía de superestrellas: unos pocos casos se llevan todo (o casi), porque la economía de la atención tiene mucha más desigualdad que la real. Pero la digitalización acelerada de 2020-2021 permite generar ingresos razonables en la “punta de la cola”, como pronosticaron Kevin Kelly y Chris Anderson, ambos ex editores de Wired, hace diez años.

Luego hay toda una discusión sobre la relevancia de esta tendencia en América latina. “Al final del día son bienes suntuarios, para la clase alta, que correlacionan muy fuerte con los ingresos per cápita de un país”, matiza el economista Eduardo Levy Yeyati, profesor de la Universidad Di Tella. Yeyati cree que el término “economía de la pasión” es demasiado grandilocuente para describir un fenómeno que tiene que ver en el fondo con la precarización del empleo. No por nada algunos teóricos prefieren hablar de “economía del rebusque” o de las “changanomics”. A nivel global, la declinación del empleo formal es una tendencia que viene desde principios de los 80 y precede al surgimiento de las nuevas plataformas de tecnología.

Según Ji Lin, la “economía de la pasión” es difícil de medir porque abarca muchos “mercados que aún no existen” (océanos azules), pero que por definición tienen altas chances de ser mayores a los ya existentes.

Lo que sí es seguro es que está llamada a disrumpir de manera drástica cualquier industria basada en talento humano: medios, entretenimiento y educación, entre otros. El potencial es gigantesco. Entre otros motivos porque, como dijo un tuitero anónimo: “No hay forma de competir contra la gente que se divierte haciendo lo que hace”.

Sebastián Campanario

Economista y periodista (UBA y TEA). Realizó seminarios de posgrado en Columbia University, FIU (Universidad de La Florida) y HyperIsland. Fue consultor de la CEPAL, del PNUD y prosecretario de redacción de Clarín, donde por varios años escribió la columna “Economía Insólita”. Actualmente publica artículos en La Nación sobre temas de economía no tradicional (los domingos) y creatividad e innovación (los sábados), y realiza... Ver más

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