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Metodologías ágiles: desafiar lo esperado para traer lo nuevo al mundo

Vivimos en un mundo de cambios acelerados en donde los modelos lineales con foco en eliminar la incertidumbre ya no son eficientes. El movimiento forma parte del paisaje. Estamos atravesando una época que requiere innovar constantemente. Cuando abrimos esa puerta, nos encontramos con grupos de personas con las mismas inquietudes. Así nos topamos con las metodologías ágiles.

En primer lugar, es importante decir que las metodologías ágiles son un mindset, un modelo de abordaje que permite navegar la complejidad, por eso solemos hablar de marcos de trabajo ágiles, para salir de la expectativa de encontrar una receta. En contextos en donde cada interacción con el medio genera información nueva, las viejas metodologías basadas en el comando y el control, con foco en la predictibilidad, no logran llevarnos al resultado.

Son un modo de hacer, desafían el cómo y para eso definen con mucha precisión el qué y el para qué. Nos invitan a trabajar en períodos cortos, pidiendo y recibiendo feedback temprano de los resultados que estamos obteniendo; nos permiten priorizar y ajustar para llegar al objetivo y, sobre todo, ir adaptándonos sobre la marcha a partir de lo que vamos aprendiendo. No hay más procesos lineales, planificaciones inmutables de largo aliento, esfuerzos ciegos por lograr metas imposibles.

Llamamos metodologías ágiles, entonces, a un conjunto de principios, valores y prácticas. También podemos afirmar que son un modelo de conversaciones que nos permiten aprender rápido ampliando nuestros niveles de conexión y escucha.

¿Cómo surgen las metodologías ágiles?

Nacieron en el mundo del trabajo. Nacieron de un grupo de personas que se animaron a desafiar sus modelos de pensamiento y a cuestionar el modo en que estaban haciendo las cosas. Nacieron, en definitiva, de un fuerte y humilde deseo de aprender y mejorar.

Durante mucho tiempo los modelos de producción lineal, Taylor mediante, dieron soluciones exitosas a las necesidades de la industria. De la misma manera, los procesos burocráticos se instalaron como la garantía para obtener resultados administrativos a gran escala. Las empresas y gobiernos defendieron con energía estos formatos hasta que algo empezó a pasar. Los errores comenzaron a saltar inexplicablemente. Grandes accidentes como el Challenger, quiebres económicos inesperados, proyectos interminables que daban resultados ineficientes, crisis a nivel humano, gente que ya no es tan feliz como nuestros abuelos con un trabajo que se decía “digno”.

El modelo con el que tomamos decisiones sobre nuestro destino como humanidad comenzó a fallar.

Al estilo copernicano, un grupo de audaces expertos en desarrollo de software decidieron, allá por el año 2001, dar vuelta la ecuación y escribieron algo que se llama el Manifiesto ágil. Entre otras cosas, pusieron a los individuos y sus interacciones en el centro del sistema, por encima de los procesos y herramientas.

Así como sucedió con la nueva comprensión del sistema planetario, la fórmula resultó exitosa. Surgieron nuevos y creativos modos de hacer que comenzaron a transformar los fracasos en éxitos.

El ABC de las metodologías ágiles

¿De qué se trata? Podemos empezar con estos tres simples conceptos:

Aprendizaje iterativo incremental. Iterar significa repetir varias veces un proceso con la intención de alcanzar la meta deseada. Hablamos de incremento porque en cada repetición buscamos aumentar el valor que estamos entregando. Para eso necesitamos trabajar en períodos cortos, deteniéndonos a revisar los aprendizajes y priorizando los próximos pasos para acercarnos cada vez más al objetivo deseado. Aprendemos de los errores y los consideramos una inversión.

Visibilidad y colaboración. Colaborar y compartir información es clave para que el proceso tenga éxito. Minimizamos el quantum de “información reservada” o lo llevamos a cero. Construimos conocimiento a partir de los aportes de todos, integrando y soltando la autoría de las ideas y aportes.

Equipos multifuncionales y autoorganizados. Trabajamos en equipos pequeños de no más de 7 u 8 personas, en los cuales los roles son funcionales y no hay un jefe. Tomamos las decisiones en conjunto. Aprendemos a conversar a partir de dinámicas diseñadas y con la ayuda de un facilitador para llevar adelante el proceso. Confiamos y empoderamos a los protagonistas.

Tres modelos para entender la agilidad

Podemos elegir alguna de estas puertas de entrada, o todas, para descubrir a qué nos están invitando.

Manifiesto

El Manifiesto ágil se basa en las siguientes cuatro afirmaciones que generaron un cambio de paradigma en la forma de obtener resultados, donde lo más valorado, en cada caso, recae sobre el primer término:

  • Individuos e interacciones por sobre procesos y herramientas.
  • Producto funcionando por sobre documentación extensiva.
  • Colaboración con el cliente* por sobre la negociación contractual.
  • Respuesta ante el cambio por sobre la decisión de seguir un plan.
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Corazón

Alistair Cockburn, uno de los firmantes del manifiesto, nos invita a entender la agilidad desde el modelo del “corazón de la agilidad”. Sostiene que, para saber si estamos siendo ágiles, es necesario revisar si estamos recorriendo estas cuatro dimensiones: 1) colaborá, 2) mejorá, 3) reflexioná y 4) entregá. La interacción entre ellas no es lineal, sino sistémica, y ocurre en forma constante y simultánea.

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Promesas

Entonces, ¿qué sucede cuando empezamos a implementar estos modelos que hacen que cada vez más equipos y organizaciones adopten modelos ágiles? ¿Cuál es la recompensa? Estas cuatro promesas son también un termómetro: 1) recuperar el tiempo, 2) recuperar la conexión, 3) recuperar la creatividad y 4) recuperar la alegría. Si esto no sucede, necesitamos revisar cómo lo estamos haciendo.

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Ámbitos de aplicación

En la actualidad, organizaciones de todo el mundo experimentan en la aplicación de este cambio en el modo de abordar la obtención de los resultados que buscan para cumplir su propósito.

Es importante tener en cuenta que se trata mucho más de un paradigma de pensamiento, de un mindset, que de una caja de herramientas. Es por eso que, una vez entendidos los principios y valores, podemos encontrar aplicaciones en distintos ámbitos.

Dejamos acá algunos ejemplos:

  • En desarrollo de productos innovadores (industria, desarrollo de software, artesanos).
  • En mejora continua de servicios (bancos, aseguradoras, servicios de salud).
  • En gobiernos y ONG que se proponen una mejor conexión con la sociedad.
  • En escuelas.
  • En mejoras de equipo.
  • En desarrollo comunitario.

Recapitulando

Los tres modelos que abordamos más arriba son complementarios y nos proponen caminos para desarrollar habilidades basadas en nuevas maneras de ser y de hacer. Como primer paso, nos invitan a dejar de lado la metáfora de la máquina perfecta para intentar vernos como seres vivos en constante evolución, dispuestos a abrir la puerta de la experimentación y el aprendizaje.

El cambio de paradigma es simple, pero poderoso, al menos eso cuentan aquellos que ya lo están explorando y practicando.

Marta Bendomir

Máster en Coaching y Cambio Organizacional (Universidad del Salvador). Es licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y especialista en Autismo y Trastornos del Neurodesarrollo (Universidad Favaloro). Es miembro activa de la Comunidad Latinoamericana de Metodologías Ágiles desde 2015. En esos años se enfocó en el estudio y desarrollo de modelos colaborativos en equipos y organizaciones, ahondando en los modelos... Ver más

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